
TOMADO DE LA REVISTA CINEFAGIA 2003
Montañas majestuosas, una vista al lago Leman, espectáculares tormentas eléctricas. esa imponente naturaleza rodea una cabaña a las afueras de Ginebra, Suiza. Ahí se hospedan un grupo de amigos con la única intención de disfrutar un apacible veraneo; entre ellos está el poeta Lord Byron, el doctor John Polidori -compañero de viajes del escritor- y el matrimonio formado por el también poeta Percy B. Shelley y su muy joven esposa Mary. Al calor de sesudas discusiones sobra las teorías sobre la electricidad de Franklin, la resucitación por medio de impulsos eléctricos, y la lectura de cuentos de fantasmas germanos, Byron convoca a un improvisado concurso literario: escribir, en una noche, la más aterradora historia de terror jamás contada. Esa noche de 1818, bajo la centelleante luz de los relámpagos, Mary vio entre sueños la imagen de un joven estudiante de medicina que permanecía arrodillado, exhausto ante su creación, un cuerpo humano formado por partes de cadáveres, que después de pasar por una compleja maquinaria, cobró vida agitando sus miembros y abriendo torpemente sus tristes ojos ambarinos...
Titulada Frankenstein, o el moderno Prometeo y publicada por primera vez en 1818 de manera anónima (el nombre de su autora se conoció hasta la edición de 1823), narraba la historia de una ambición: competir con Dios, crear una vida que no corresponde, y sufrir las consecuencias. El capitán Walton, aventurero incansable, desea conquistar el Ártico; su barco queda atrapado por el hielo, y en el paisaje helado descubre a un hombre que persigue una extraña figura que corre entre las nieves.
Tomando mitos clásicos , como Prometeo (escultor que roba la luz al sol para dar vida a su creación, y que es castigado) y El Golem (criatura hecha de arcilla, a la que un rabino dio la vida para defender a la comunidad judía de Praga), Mary Shelley unió el horror y la ciencia-ficción con el tema de la obsesión y sus nefastas consecuencias. Perseguida eternamente por la muerte, que se llevó a su madre -pionera activista por los derechos de la mujer- pocos dias después de su nacimiento, quedó al cuidado de su padre, el escritor William Godwin, espíritu rebelde admirado por su visión crítica de la realidad inglesa de la época.
Mary, ya adolescente, era una chica con una cultura muy superior a las muchachas de su edad, y tras conocer al poeta Percy B. Shelley, se hace su amante. Él, ya casado y padre de una niña, fue blanco de serias críticas y padeciendo pobreza la pareja buscó refugio en Francia, Suiza e Italia, intentando alejarse del temperamento británico.
La muerte la sigue de cerca: su media hermana se suicida, la esposa de Shelley perece ahogada en un accidente, queda embarazada varias veces pero de cuantos hijos tuvo, sólo uno sobrevivió y enviuda años después de haberse casado en el poeta. En plena era del romanticismo, de la exaltación de los sentidos, de imponer la pasión a la razón por medio de la poesía y el arte en general, por medio de atmósferas góticas, nocturnas, Mary W. Shelley escribe una obra espeluznante, poética, triste y melancólica.
Aunque hay una versión filmica firmada por la Compañía Edison en 1910, en la que el monstruo brotaba de un caldero, el padre fílmico del Frankenstein fue James Whale, sensible cineasta británico, que inspirado en el expresionismo alemán -cine de luces y sombras- filma una primera versión de la novela en 1931, Frankenstein, con Colin Clive como el atormentado científico y Boris Karloff daría vida a la imagen más popular del monstruo con el maquillaje de Jack Pierce.
En 1994 se hace una versión muy apegada a la obra original en su espíritu y atmósfera que Kenneth Branagh dirigió y protagonizó el mismo al doctor Victor Frankenstein y con Robert De Niro como el monstruo. Una de mis peliculas favoritas en lo que al cine de Hollywood se refiere, de lo mejor en fotografía, actuaciones, respeto por la historia original, ritmo y emoción, maquillajes y efectos especiales puntuales y perfectamente bien empleados, y sobre todo, muy conmovedora.