Hacer un pitch, un pitching o pitchear consiste en entrar en el despacho de un productor y contarle la película o proyecto que tengas en mente con ánimo de vendérselo.
Vaya cosa, diréis muchos.
Pues sí, amigos. Parece que la cosa está tirada, pero es una actividad angustiosa que provoca sudores fríos en muchos guionistas, (yo sin ir más lejos) especialmente entre aquellos que no dominan la expresión oral o la sudoración de las manos.
No todos los guionistas son tímidos, ni palman al contacto de la luz solar. Aunque sí conozco unos cuantos que huyen de los ajos. Sin embargo, exponer una historia oralmente es una tarea complicada, y requiere preparación o un gracejo y un talento innato para sentarte al lado de un productor, comerle la orejilla (metafóricamente, por favor) y hacer que ponga el dinero en la mesa, o al menos un compromiso, por lo que tú le acabas de contar.
Evidentemente, la calidad de tus ideas juega un gran papel. Pero la forma de vender una historia, e implícitamente, nuestra habilidad para vendernos a nosotros mismos como "contadores" es crucial.
"Bueno, mira, es la historia de un tío que tiene un garito en un pueblo en el norte de África, un sitio muy animado y tal, y un día entra su ex, y no te puedes imaginar la que se lía, porque la tronca encima viene con su marido, un tío estirado, tan estirado que en sus ratos libres le gusta cantar en francés."
¿Lo has reconocido?
"De todos los bares del mundo, ella tenía que entrar en el mío", piensa Rick al ver a entrar a Ilsa, la mujer de la que se enamoró tiempo atrás y que le rompió el corazón en una estación de París.